La luz del sol, esencial para obtener vitamina D

No resulta sencillo encontrar un equilibrio entre protegernos del sol, algo fundamental para prevenir el cáncer de piel o el melanoma, y una deficiente toma de sus rayos, imprescindibles para que se produzca la vitamina D, una vitamina que pasa por ser la gran desconocida de la nutrición y cuya carencia puede afectar al funcionamiento general del organismo. A pesar de esta dificultad, tenemos que ser capaces de encontrar ese punto intermedio que ponga en marcha el proceso de creación de la vitamina D, el cual se inicia cuando las moléculas de colesterol que circulan bajo nuestra dermis interactúan con la luz solar y se alteran formando una nueva molécula, conocida como colecalciferol o vitamina D3.

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Los expertos coinciden en señalar que en los últimos años se está produciendo un incremento de la deficiencia de Vitamina D, también conocida como “la antirraquítica”, en España. Esta vitamina es necesaria para que el organismo se beneficie de una correcta calcificación, principalmente en el caso de mujeres mayores que sufren osteoporosis, y en las que se dispara la posibilidad de padecer roturas óseas, pero también para el resto de la población como en lactantes, que pueden padecer raquitismo, o niños y adolescentes, cuyo crecimiento corre el riesgo de ser menor o retardado.Recientes estudios relacionan la falta de esta vitamina con nuestro peor estado de ánimo, la aparición de la diabetes tipo 2 o incluso con que pudiera favorecer determinados tipos de cáncer. Además, investigadores del Centro Médico de la Universidad de Georgetown (EE.UU.) han publicado en Scientific Reports un nuevo hallazgo: que la luz del sol, a través de un mecanismo diferente al que permite la producción de vitamina D, aporta energía a las células T, que son clave para la inmunidad humana.

Entonces, ¿hay que protegerse del sol?

La respuesta es que sí, aunque hay que hacerlo de una forma correcta. Es decir, en invierno no hace falta salir a la calle embadurnándonos con un factor alto de crema que impida la absorción total de estos rayos solares, ni tampoco en esta época, en la que la luz es poco intensa, necesitamos protegernos con gorros y gafas de sol. Así, un paseo al aire libre en horas de sol poco intenso, sentarnos un rato en un banco, o en una roca si vivimos en el campo en momentos de poca intensidad solar, son gestos que pueden ser muy beneficiosos para obtener vitamina D.

También podemos encontrar un aliado en la alimentación (aunque se estima que por esta vía solo se puede aportar un 10% de la cantidad necesaria), ya que la vitamina D se encuentra en pescados grasos como el salmón o la sardina, la yema del huevo o, en menor medida, en los lácteos. Y, asimismo, la suplementación con complejos de vitamina D3 en casos de déficit o si se forma parte de uno de los grupos de riesgo (bebés, personas que superan la cincuentena o embarazadas), es una opción a tener en cuenta siempre que se haga bajo supervisión de un especialista.

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